sábado, 12 de outubro de 2013


Autoras: Hermanas Thereza Makowska y Dulcemari Ruviaro.

Fecha: 30/09/2013

País: Chile

Ciudad: Santiago.

“Padre nuestro, que estás en los cielos” Mt 6, 9-13.

Nuestro deseo es profundizar el carisma con la oración del padre nuestro. Tomamos para esta camino ‘’seguir a Jesucristo, asumiendo su vida y misión profética, como franciscanas insertas entre los pobres, en el servicio de la educación y catequesis, mirando hacia la construcción del Reino de Dios(Forma de Vida de la Congregación de las Hermanas Catequistas Franciscanas p.06)’’.

Introducción.

A Ti, oh Dios te alabamos. Es como decirle: Padre nuestro, muchas, muchísimas gracias por tantas cosas que has realizado en la historia de nuestra vida misionera en tierras chilenas.

Hoy queremos agradecer y proyectar el futuro de nuestra misión ad gentes en tierras chilenas, desde lo profundo de la persona de Cristo, el Señor, quien, a pedido de sus discípulos, les enseñó a orar, desde su propia experiencia divina y humana. Hacemos oración con el relato del evangelista Mateo, cuando describe la oración del Padre nuestro, nacida del corazón del Maestro para que la tengan como propia los hombres y mujeres que viven siguiéndolo.

 Esta oración ha sido y es para millones de chilenos y chilenas un patrimonio espiritual y social, que nos ha enriquecido desde nuestra niñez, desde el regazo de nuestras madres y en el ambiente de nuestras familias e iglesias. Detenerse con sencillez y humildad en algunos aspectos de esta oración del Señor, que da a Chile este espacio de inserción misionera para nosotras como franciscanas; nos hace memoria de nuestra fe que traemos como herencia de nuestras familias y que en estés espacios de bellas cordillera y mucho frio  tiene una riqueza con profundidad espiritual y social.

1.- Padre nuestro.

Jesús enseña a sus discípulos que llamen a Dios Abba, que equivale a decirle “papá, o papi”, en un tono de amor, confianza, seguridad, ternura. Este tipo de relación con el Dios de la vida cambia todo el esquema de nuestra existencia. Creer y amar a Dios como Padre, nos pone en caminos de amor y confianza y de una nueva relación con los demás.

Pero no es sólo Padre mío, sino “nuestro,” es decir, Él tiene una gran familia, formada por hombres y mujeres, de diversas razas, culturas, lugares del planeta, con derechos y obligaciones. Esta realidad no obliga a revisar nuestras actitudes de justicia, de derecho y de paz para con los otros hijos e hijas deDios, nuestros hermanos y hermanas. Ahora bien: ser un verdadero hijo o hija de Dios compromete, no sólo la profundidad de mi conciencia, en el templo o en la casa, sino la totalidad de mis criterios y comportamientos, en todas partes y en todas las circunstancias de la vida personal y social.

Aprendemos a crecer en la dimensión de la simplicidad en la vida diaria a través de la búsqueda  de nuestro auto sustentó siendo presencia neste sector pobre de Santiago (Tupungato-Pudahuel Sur).
 
2.- Que estás en el cielo.

 Esta expresión no indica un lugar sino un modo de ser y de relacionarse. En efecto, Dios está más allá y por encima de todo, por su majestad, por su santidad y su entrañable bondad, porque está en el corazón de cada persona que se esfuerza por vivir dignamente, en su vida privada o pública. Pero además esta expresión, el cielo, indica la verdadera y definitiva patria, hacia la que vamos peregrinando por los caminos o situaciones de esta vida. Nos pone como fraternidad insertas con la vida de las personas con su historia socioeconómica, religiosa y cultural. Nuestros sentimientos son de misericordia, humildad, paz, esperanza, ternura, silencio delante de tantos dolores familiares y sociales, perdón y sanación, de conversión personal y comunitaria. Es la verdadera vivencia de la encarnación.

 3. Santificado sea tu Nombre.

 Santificar el Nombre de Dios significa reconocer a Dios como el Santo, el que es perfecto, el que da profundo sentido y calidad a la vida humana. Esto significa que una persona, cualquiera que ella sea, puede santificar en Nombre de Dios en su vida de cada día, en medio de sus relaciones sociales o laborales, en su capacidad para comunicarse con los demás y para crear belleza.

Hay una especial referencia a esta santidad de Dios cuando somos capaces de humanizar la sociedad y de darle un ambiente de calidez, de diálogo y de sana alegría en lo que son las relaciones familiares laborales, sociales. Con las comunidades cristianas hacemos experiencia de comunión y crecimiento en la fe, en el acompañamiento  de los grupos ,luego, acontece en nuestro corazón la experiencia de renovación de nuestra presencia en la catequesis y educación mirando la construcción de un Reino de Dios donde la Vida este en primer plan.

Para Jesús la santidad de la vida diaria de los hombres y mujeres que le siguen como discípulos es “sal de la tierra y luz del mundo,” (Mt 5, 13-16), a pesar de las dificultades y problemas de cada tiempo y cultura.

 4.- Venga a nosotros tu Reino.

 La Iglesia con frecuencia invoca la venida del Reino de Dios al final de los tiempos, mediante el retorno glorioso de Cristo. Pero también los creyentes oramos y deseamos que este Reino de Dios crezca ya desde ahora en la vida del mundo. En la dignidad de la vida personal y familiar, en una actividad política dialogante y sin intereses mezquinos, en una política económica que valora el trabajo en su alta dignidad y con la justa remuneración, hay ya un tipo de experiencia del Reino de Dios en la vida cotidiana.

5.- Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.

La voluntad de Dios es que todos se salven (1 Tim 2,4) y que todos vivamos con la dignidad y la plenitud de amor y respeto que hacen de una sociedad una “gran familia”. Para esto Dios se ha hecho uno de nosotros, ha puesto su casa en nuestro barrio, gracias a la humilde cooperación de una humilde mujer judía, María de Nazareth. ¿Por qué no pedirle a Él, en días como éstos, que sepamos unir nuestra voluntad, nuestros planes y proyectos a los suyos, para que hagamos posible un tipo de país justo, fraterno, en que más allá de nuestras normales diferencias, podamos diseñar un proyecto común de país? Esto significa potenciar el amor del hombre y la mujer en la formación de su familia, respetar la vida humana desde su inicio en el útero materno hasta el momento final de su partida.

 Es un verdadero desafío buscar un tipo de educación de calidad integral y comprometida con verdaderos valores, que no consiste precisamente en prepararnos para “tener más cosas o más dinero” sino en ser más personas, mejores ciudadanos, capaces de hacer un mejor país con una mejor sociedad.

Nos sentimos haciendo esta postura trabajando con educación con jóvenes carentes de valores humanos, espirituales y profesionales. Somos esperanzas de nuevos sueños,  de vida digna a las familias de los sectores más pobres de Santiago. Caminamos siempre por las calles días y noches con el corazón feliz por sentir que los espacios de comunión proporcionados por la Iglesia, clubes, deportivos, colegios, plazas, comunidades cristianas de base, asociaciones de moradores,…son encuentros de alegría, trabajo y nuevas relaciones. Para los que recibimos el regalo de la fe en un Dios Uno y Trino, ahí esta  siempre pendiente la tarea ser buenos discípulos de Jesús en todos los ámbitos de la vida humana, como la familia y el trabajo, la ciencia y la técnica, el deporte y el uso del tiempo libre.

 6.- Danos hoy nuestro pan de cada día.

 Sabiendo que Dios es Padre bondadoso, atento a las necesidades de su familia, vivimos con confianza en su gran misericordia. Pero como seres humanos nos corresponde organizarnos y poner cada uno de su parte, gobernantes y gobernados, trabajadores, empresarios y profesionales, a fin de que en la sociedad haya lo necesario para realizar el proyecto de una vida humana digna, serena y amigable.Y es muy importante que, sabiendo actuar debidamente, la justicia y la paz solidaria de nuestra organización social permitan que la abundancia de unos pueda cubrir las necesidades de otros.

Pero no hay que olvidar que “no sólo de pan vive el hombre sino de todo lo que sale de la boca de Dios”(Mt 4,4), lo que significa que hay que estar también atentos a las necesidades de la vida cristiana, de un sano descanso y de vida familiar.

7.- Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden.

 
En primer lugar hay que decir que para Jesús la iniciativa de pedir perdón a Dios nace del humildad e reconocimiento de que hemos caído, pero a la vez viene de la fe en un Dios que es misericordioso y nos da su perdón. En segundo lugar está el hecho de que sabiamente Jesús nos enseña que nuestra petición de perdón será atendida con tal de que nosotros antes hayamos perdonado a quien nos ofendió. Acabamos de recordar un hecho doloroso en la historia Chile, que ha dejado una marca profunda en la memoria nacional.

 Hace cuarenta años se produjo un violento quiebre en la democracia chilena, que trajo situaciones de injusticia, atropellos y violencia contra la vida humana. Al mismo tiempo que ha causado grandes y profundas heridas, está la posibilidad de que pueden habernos cerrado el corazón para ofrecer perdón a los culpables. Necesitamos llegar a un acuerdo de corazón, en términos de justicia y de perdón, lo que nos obliga a discernir nuestro momento presente para recomponer el tejido de relaciones entre los que somos parte de un país de hermanos y hermanas.

 En este delicado asunto siempre es bueno preguntarse qué estamos aprendiendo del pueblo sufrido. Una cosa podría ser la de haber aprendido a ser más sensibles al valor de la vida humana. El dolor de perder seres queridos, desaparecidos o no, ha pasado a ser un valor adquirido que nos ha hecho madurar. Otro avance es llegar a darnos cuenta de que con los derechos humanos no se puede ni debe jugar. Recordar todos sensatamente lo que pasó el 11 de septiembre de 1973 es el mejor remedio para que esto no vuelva a suceder nunca más. Finalmente creemos que vale la pena indicar que lo vivido y lo sufrido nos puede ayudar a buscar toda la verdad y a resolver el diálogo entre la memoria de los hechos y la historia de los acontecimientos. Siempre la historia vivida será maestra para la vida de los pueblos.

Para los creyentes cabe la esperanza de que el Dios que resucitó a Jesucristo de entre los muertos nos ayude a chilenos y chilenas a ponernos de pie, a pedirnos y darnos el perdón, con la mirada hacia el futuro, tras la búsqueda de un proyecto común “con pan, respeto y alegría para todos”.

 8.- No nos dejes caer en la tentación.

Con estas palabras nosotros, que somos tan débiles y necesitados de ayuda, le pedimos que no nos deje solos y a merced de las tan diversas situaciones de la vida. Especialmente le pedimos que sepamos distinguir entre lo que son las pruebas, las que nos pueden hacer crecer en el bien, y lo que son las tentaciones, que nos llevan al pecado y a la muerte interior del corazón. Frente a las tantas tentaciones nuestras, del poder, del tener, del placer y del aparentar, nos anima saber que Jesús ha vencido estas tentaciones y nos garantiza que también nosotros podemos vencerlas con su ayuda y con nuestra responsabilidad.

 8.- Y líbranos del mal.

 El mal designa aquí, según el lenguaje de la fe de la Iglesia, la persona de Satanás, que se opone decididamente a Dios, origen de todo Bien. Cristo ya alcanzó la victoria sobre el mal, pero nos queda a nosotros nuestra propia tarea de cada día, vencer el mal, a veces tan fuertemente presente aunque maquillado y seductor.

 Nos ponemos a pensar dónde está el mal hoy en nuestra sociedad y tal vez nos llevamos sorpresas. El poder que corrompe, la violencia inhumana, el erotismo que profana cosificando el amor, el narcotráfico que pervierte, el lucro que nos hace insaciablemente codiciosos, la loca voracidad que destruye el medioambiente, la frivolidad que quita dignidad a la persona y la familia.

 Nosotros oramos para que cada persona, cada familia humana, nuestras autoridades y parlamentarios, cada uno de nosotros, seamos liberados de su poder y de sus obras. De todo esto aguardamos el regalo de la paz y la sana convivencia, y mantenernos así esperando el retorno de Cristo Señor y vencedor de toda maldad. Él nos llevará a la situación gloriosa de una vida pura, hermosa y definitiva de encuentro con Dios y con una humanidad nueva y transfigurada para siempre.

9.- Amén.

 La última palabra que cierra la oración de Jesús es Amén. De origen semítico, los pueblos de Oriente han usado esta palabra para dar aprobación o reafirmar lo que dicen o creen. Es expresar que una persona o asamblea tiene por verdadero lo que acaba de decir, estando de acuerdo y seguros en lo que oclamamos y oramos.

 Por esto decirle a Dios Amén en una celebración de la vida misionera en tierras chilenas  es expresar que toda nuestra existencia en sí misma, en la casa, en el trabajo, en la política, en el deporte, el arte y el mundo de las comunicaciones, quieren manifestar de manera decidida, nuestro acuerdo con el proyecto salvador lo de Dios en la historia humana de cada día.

 Conclusión.

 Teniendo a la vista la dramática situación que se vive en tantas partes del mundo, y asomándonos a las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias en Chile, concluimos citando al Papa Francisco que nos ha dicho, en la reciente vigilia de oración por la paz: “Hermanos y hermanas, perdón, diálogo, reconciliación son las palabras de la paz: en la amada nación siria, en Oriente Medio, en todo el mundo. Recemos por la reconciliación y por la paz, contribuyamos a la reconciliación y a la paz, y convirtámonos todos, en cualquier lugar donde nos encontremos, en hombres y mujeres de reconciliación y de paz. Así sea.”

La hermosa y significativa oración del Señor Jesús, el Padre nuestro, nos fortalezca para esta grandiosa tarea, acompañados por la especial presencia de María del Carmen, Madre y Protectora de Chile, San Francisco de Asís, Santa Clara y de nuestros santos chilenos Alberto Hurtado y Teresa de los Andes.

                                     ‘’Y todo el que guarde estas cosas, sea  colmado en el cielo                                    de la bendición del altísimo Padre, y sea colmado en la                                         tierra de la bendición de su amado Hijo, con el Santísimo                                         Espíritu Paráclito...’’(Test.40).

 

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